martes, 2 de febrero de 2016

AdBP: Descubramos la Eucaristía

La liturgia del Sacramento de la Eucaristía

Introducción.

La liturgia es la celebración y vivencia, en comunidad de fieles, del misterio de Cristo: Dios y hombre. La liturgia es esa tradición viva de la Iglesia en la que celebramos la manifestación más grande del amor de Dios Padre: el envío de Jesús como mediador y unificador entre Dios y el mundo y como redentor de la humanidad. Además, con la liturgia se celebra el sentido del envío de Jesús a sus apóstoles, ocurrido no sólo para anunciar que Jesús es el Hijo de Dios y que con su vida, muerte y resurrección, instauró el Reino de Dios entre nosotros, sino también, como dice el Concilio Vaticano II, para "realizar la obra de salvación que proclamaban (los apóstoles y primeros discípulos), mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. y así, por el Bautismo, los seres humanos son injertados en el Misterio Pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él (Rom 6, 4); reciben el espíritu de adopción de hijos" [2].
Igualmente en la Eucaristía por la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia se reúne para alabar a Dios, agradecer, anunciar la muerte de Jesús, proclamar su resurrección hasta que vuelva, es decir, la reunión de la asamblea de fieles es para celebrar en gozo, la victoria y el triunfo sobre la muerte. Entonces, es a través de la Liturgia, que los acontecimientos de este misterio ya sucedidos en el pasado y los que sucederán en el futuro, se hacen presentes y actuales hoy, para nosotros como fieles reunidos en asamblea. Además, esta congregación de los fieles celebrando el Misterio de Cristo, es el signo de "la unidad de los hijos de Dios que viven dispersos hasta que haya un solo rebaño y un solo Pastor" [3]. En otras palabras podemos decir, con Sofía Cavalletti, que la "liturgia" o "culto" es una.especie de "trabajo muy particular" que el ser humano en comunidad, realiza para insertarse en la vida de Dios. Este "trabajo" es imposible de realizar sin recibir el don, la vida de Dios por la cual el ser humano puede conquistar no sólo este mundo, sino también el mundo de Dios. Es mediante este don, que el ser humano recibe capacidades nuevas, potencialidades especiales que son la vida de Dios en él [4]. Para realizar esta obra tan grande, es necesario pensar en las acciones simbólicas que como signos sensibles tienen su significado y realizan la santificación del hombre. El símbolo habla directamente a quien lo observa. Actúa, no se explica, no se habla de él en el momento de hacerse. Por ejemplo se da un abrazo y no se explica: "te doy un abrazo porque el abrazo quiere decir que...". Simplemente la acción simbólica actúa porque es un signo significante. Una cosa es el signo que se ve (el abrazo) y otra cosa es lo que significa (amor).
En relación con la liturgia cristiana, podemos hacernos esta pregunta: ¿de dónde reciben su significado las acciones simbólicas y los signos de la liturgia?... De la Sagrada Escritura que tiene una importancia fundamental en la Liturgia. Si la unidad del Misterio de Cristo y su relación con la humanidad, es la riqueza de la Liturgia, entonces su fuente no está en la liturgia misma, sino en la unidad del Antiguo y Nuevo Testamento, y su prolongación entre nosotros hasta el final de los tiempos (la Parusía).

San Agustín nos ha expresado esta unidad, formulando el principio de que en el Antiguo Testamento se esconde el Nuevo y en el Nuevo se manifiesta el Antiguo [5]. Por lo tanto, "no existe una Biblia que se lee y una Liturgia que se vive, existe la Biblia que se vive con toda nuestra vida y de manera particular se vive en la Liturgia. La primera sin la segunda está privada de su momento de vida más intenso; la segunda sin la primera se apoyaría en el vacío. La Biblia encuentra su plenitud en la escucha de la comunidad que vive en Justicia y se construye en la celebración eucarística" [6].
Regresando al tema de las acciones simbólicas, el liturgista Vagaggini, dice que "la  liturgia es un conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto que la Iglesia rinde a Dios" [7].

Son signos sensibles instituidos y empleados por Cristo o por la Iglesia y por lo tanto son eficaces en cuanto operan lo que significan, para la santificación que Dios quiere hacer en su Iglesia. Es decir, los signos de la liturgia no solo se refieren a las acciones que la Iglesia quiere hacer dirigidas a Dios (culto), sino también las acciones que Dios obra en su Iglesia por medio del Espíritu Santo, para su santificación. 
Los signos sensibles o también denominados acciones simbólicas en la liturgia, son los gestos y  las palabras, que es necesario aprender a leer, para poder encontrar la riqueza profunda y grande que tiene la liturgia: el  Misterio de relación de Dios con la humanidad y la respuesta de la humanidad a Dios mediante Jesucristo, y con la fuerza santificadora del Espíritu Santo.

(...) 
Sigue en "Descubramos las riquezas de la liturgia", para el Atrio del Buen Pastor.
1. Aspectos bíblicos fundamentales del anuncio del Sacramento de la Eucaristía.

La Eucaristía es el centro de la vida cristiana es la forma más completa de oración. Constituye el núcleo de la experiencia de la formación religiosa. Es el sacramento que reúne a todos los demás sacramentos.

En la Eucaristía el encuentro con Dios, la alianza, entendida como el don amoroso de parte de Dios y la respuesta de la fe y del amor de parte de la humanidad, toma cuerpo. Además de con las palabras, también con un elemento sensible, como en todos los sacramentos. Este elemento sensible es el pan y el vino. Estos dos elementos del mundo material son instrumentos al servicio de la vida divina, al servicio de la relación con Dios en la Eucaristía.

La Eucaristía por tanto "es una realidad de este mundo y al mismo tiempo es un misterio", como lo dice Durrwell. Por tanto, para reflexionar sobre la Eucaristía se podría tener como punto de partida alguno de estos dos aspectos, Si se partiera de la realidad terrestre se encontraría, dice Durrwell [30], con muchas interpretaciones como simbolismos hay en las relaciones humanas, dándoles sentido nuevo a las relaciones recíprocas. 

Por ejemplo, el sentido del gesto de un don de algo de sí, que un amigo ofrece a otro amigo, podría ayudar a entender en un nuevo sentido, la donación de Cristo a su pueblo en la Eucaristía, O si se analizara el compartir de la comida, que ha sido siempre un gesto de fraternidad, con un nuevo sentido, en la Eucaristía el vínculo de fraternidad es Cristo mismo que se comparte en comida, dándose a la comunidad, en los elementos de pan y vino.

Ninguno de estos elementos: el pan, el vino, la comida, la asamblea, que parten de la realidad de este mundo, aún con una intención o un sentido nuevo, esta en grado de explicar el misterio cristiano, Estas realidades pueden ser solo entendidas a la luz de realidades escatológicas (realidades futuras), a la luz de la realidad central de los acontecimientos de la muerte y resurrección de Cristo, misterio del cual la Eucaristía es el sacramento. Jesús, hablando de Él mismo a sus discípulos sobre el pan vivo y la comida del pan que Él les va a dar, dice:
«El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida».
Jn 6, 63.
Estas palabras de Jesús no fueron entendidas inmediatamente por sus apóstoles, sino después de la resurrección de Jesús, porque son palabras de una realidad escatológica (de los últimos tiempos), Con relación a la persona de Cristo resucitado, los signos litúrgicos del sacramento de la Eucaristía, presentan cuatro aspectos que se encuentran en la mayoría de los sacramentos: Rememorativos, demostrativos, comprometedores y proféticos, Veamos cómo en la Eucaristía, estas cuatro dimensiones se encuentran en forma muy explícita en la Sagrada Escritura:

• La Eucaristía es signo rememorativo de las acciones de salvación realizadas por Cristo especialmente su pasión, muerte y resurrección. Este aspecto lo podemos encontrar en la primera carta de Pablo a los Corintios:

(...) 
Sigue en "Descubramos las riquezas de la liturgia", para el Atrio del Buen Pastor.

2. Ritual de la Eucaristía.

La Misa está estructurada en dos grandes partes:
  • La Liturgia de la Palabra.
  • La Liturgia Eucarística.
2.1 La Liturgia de la Palabra.

En la Liturgia de la Palabra, Dios ofrece a los hombres el don de su Palabra contenida en la Biblia. Es la palabra de Dios, tan poderosa que por ella ha sido creado el mundo que nos rodea, es la Palabra que a lo largo de los siglos Dios, ha dirigido a Abraham, a Moisés, a los profetas y a todo el pueblo de Israel, para que del pueblo de Israel fuese transmitida a todos los hombres. Esta Palabra también es dirigida hoy a cada uno de nosotros si estamos dispuestos a la escucha.

En la Liturgia de la Palabra, Cristo está presente en su Palabra de salvación, porque de hecho la Palabra de Dios expresa su voluntad de salvar al hombre de todos los tiempos.

La Liturgia de la Palabra está conformada por los ritos de introducción y la escucha de la Palabra.

2.1.1 Ritos de Introducción.

La celebración empieza con el "canto de entrada" con el cual la comunidad reunida acoge y saluda al
celebrante; el celebrante a su vez responde diciendo: 
S./ El Señor esté con vosotros.
R./ Y con tu espíritu.
o con otra fórmula más extensa.

El acto penitencial al principio de la celebración es un elemento litúrgico muy antiguo. Con este acto los fieles quieren tomar conciencia de su estado de pecador. No se trata tanto de liberar el ánimo del peso de las culpas, antes de la celebración, sino de postrarse ante Dios mientras se escucha la Palabra y se acoge la Presencia en la postura de quién está convencido de la propia condición "imperfecta", y por lo tanto de la necesidad de que Cristo venga y nos salve. "El cristiano en la Eucaristía es el pobre sentado a la mesa del Rey".

Un reconocimiento así, debe tener carácter comunitario, ya sea porque nuestra personal condición de pecadores es empobrecimiento no sólo del individuo, sino también de la comunidad a la que pertenece, o porque la comunidad interviene en tal situación, apoyando al individuo a través de la oración y la intercesión.

Al acto penitencial le sigue el "Gloria", el cual por muchos siglos fue el himno de acción de gracias por excelencia. E inmediatamente una oración reservada al celebrante, llamada "Colecta", cuyo contenido es por lo general un comentario al tema del día. Con esta oración se concluyen los ritos introductorios.

2.1.2 Escucha de la Palabra de Dios.

A continuación, sigue la Liturgia de la Palabra propiamente dicha, la cual tiene su origen en el pueblo de Israel, (en la Sinagoga lugar de culto del pueblo judío), y después, por medía de Cristo muerto y resucitado, se proyecta a todos los seres humanos. El culto del pueblo de Israel se centra precisamente en la escucha de la Palabra de Dios y en la respuesta a ella con la oración.

La Liturgia de la Palabra, se origina en Jesús cuando en la sinagoga de Nazaret, Él mismo lee el capítulo 61 del texto de Isaías sobre la profecía del Mesías y al final explica a la asamblea que el profeta hablaba de Él y que en Él se cumplía esa profecía. Más adelante, después de subir al cielo, los apóstoles en muchas ocasiones predicaron en las sinagogas acerca de la resurrección de Jesús, enlazándola a los pasajes del Antiguo Testamento, que eran leídos durante el culto, y mostrando su cumplimiento en el Mesías de Nazaret (Hch 13, 14ss).

Por ello, esta parte de la Liturgia asume la estructura que hoy conserva: se parte de la lectura de un trozo del Antiguo Testamento para verlo después proyectado en el Nuevo, cumplido en la persona de Cristo muerto y resucitado que el Evangelio nos presenta, y en espera de su cumplimiento total en todo y en todos en la parusía.

Después de la primera lectura se responde con el "salmo responsorial".

La segunda lectura está sacada de las Epístolas, es decir, de aquellas cartas con las cuales los apóstoles se mantenían en relación con las comunidades cristianas por ellos fundadas, y que desde tiempos muy antiguos eran leídas cuando la comunidad se reunía para la celebración de la Eucaristía. Después de la segunda lectura se hace lectura del Evangelio.

La particular importancia del Evangelio es subrayada por la recitación o por el canto de una aclamación que lo precede, y por los signos de la cruz que cada fiel traza sobre la frente, sobre la boca y sobre el corazón.

Parte importante de la Liturgia de la Palabra es la homilía del celebrante, que tiene como fin ayudar a la actualización de cuanto ha sido anunciado en las lecturas y para unir la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística.

Después del Evangelio, y como conclusión de toda la Liturgia de la Palabra, la respuesta es doble: está constituida por el "Credo", con el cual se profesa que se cree en lo que la Escritura enseña y por la "Oración de los fieles" u "Oración Universal".

2.2 La Liturgia de la Eucaristía.

En la liturgia de la Eucaristía, Dios ofrece a los hombres el don de sí mismo, en la persona de Jesucristo y Dios se hace presente en la persona de Jesús resucitado. Esta parte se desarrolla sobre el altar, porque es el momento del banquete. Todos nos reunimos alrededor de la mesa para alimentarnos de Jesús, de su Cuerpo y de su Sangre. En la misa Jesús está presente, delante de nosotros, sobre el altar, con su cuerpo glorioso, que ha sufrido la pasión y muerte por nosotros. Y nosotros podemos ofrecernos junto con Él al Padre, unirnos con Él en la comunión.

2.2.1 Preparación de las ofrendas.

Esta parte también es conocida como Ofertorio; en ella se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. También el dinero y otros dones que se consideran como expresión del amor fraterno que encuentra su origen en la Eucaristía y nos hace participes de la Mesa del Señor.

Dos oraciones paralelas acompañan la presentación del pan y del vino, las cuales tienen su origen en la bendición hebrea de la mesa y en las que se pone en evidencia el hecho de que el hombre con su trabajo responde a los dones de Dios. 

En esta parte, se realizan dos gestos importantes: la preparación del cáliz, mezclando el vino con el agua al tiempo que se eleva una oración a Dios significando la unidad de Cristo y los hombres, y el lavabo de las manos en el que se expresa el deseo de pureza. A continuación, se desarrolla la parte más importante de la Misa, conocida como Gran Oración de alabanza u Oración Eucarística.

2.2.2 Gran Oración de alabanza.

Esta se inicia con un diálogo, en el cual el sacerdote nos invita a alabar con todo nuestro corazón a Dios diciendo:
S./ El Señor esté con vosotros
R./ Y con tu espíritu.
S./ Levantemos el corazón.
R./ Lo tenemos levantado hacia el Señor.
S./ Demos gracias al Señor, nuestro Dios,
R./ Es justo y necesario.
El sacerdote recita entonces, con mucha solemnidad el Prefacio, oración dirigida a Dios Padre en la que lo alabamos siempre y en todo lugar, le damos gracias a Dios, y en especial le recordamos muchas y grandes cosas que Él ha hecho por nosotros, desde la creación del mundo. Es así como la razón de la alabanza cambia según las fiestas y los tiempos litúrgicos y por esta razón esta oración también cambia.

El prefacio se concluye con el canto o la recitación del "Santo" que es la triple proclamación de la santidad de Dios. Este canto también proviene de los hebreos, quienes lo recitan todavía en varias ocasiones. El texto se encuentra en el libro de Isaías 6, en donde el profeta relata cómo fue llamado al ministerio profético durante una visión: el profeta ve el esplendor del Señor y escucha cantar a los serafines con voces alternadas:
"¡Santo, santo, santo es el Señor Dios del universo!
Llena está toda la tierra de su gloria".
Inmediatamente el sacerdote (con las manos extendidas) inicia la Oración Eucarística, con las palabras que la asamblea ha cantado, para que la alabanza que rendimos al Padre sea universal y perpetua:
S./ Santo eres en verdad, Padre, 
y con razón te alaban todas tus criaturas, 
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, 
con la fuerza del Espíritu Santo, 
das vida y santificas todo, 
y congregas a tu pueblo sin cesar, 
para que ofrezca en tu honor 
un sacrificio sin mancha 
desde donde sale el sol hasta el ocaso. 
Plegaria eucarística III.
Seguidamente (junta las manos), el sacerdote hace el gesto de la Epíclesis o Imposición de las manos sobre el pan y el vino (extiende las manos sobre las ofrendas), y en ese momento invoca al Padre con la siguiente oración para que envíe a su Espíritu a santificar y transformar el pan y el vino, con el fin de que en ellos Cristo glorioso esté presente entre nosotros:
S./ Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
(junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente) 
de manera que sean
Cuerpo y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
(junta las manos)
que nos mandó celebrar estos misterios.
Luego, viene un gran silencio en el que escuchamos la voz del sacerdote el relato de la Ultima Cena, y las palabras con las que Jesús consagró el pan y el vino:
S./ Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
(toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue)
tomó pan.
y dando gracias te bendijo,
lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
(se inclina un poco)
Tomad y comed todos de él,porque esto es mi Cuerpo.que será entregado por vosotros.
(Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patenay lo adora haciendo genuflexión)
Del mismo modo, acabada la cena,
tomo el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
(se inclina un poco)
Tomad y bebed todos de él,porque éste es el cáliz de mi Sangre,Sangre de la alianza nueva y eterna,que será derramada por muchos para el perdón de los pecados.
Haced esto en conmemoración mía.
(Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión)
S./ Este es el Sacramento de nuestra Fe.
(ante el altar adoramos la presencia de Cristo glorioso diciendo...)
R./ Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección,
¡Ven, Señor Jesús!
De esta manera acogemos a Cristo que murió y resucitó, y recibimos a Aquel que, desde la gloria del
Padre, viene para quedarse con nosotros.

Luego, se da la segunda parte de la epíclesis, en donde Cristo resucitado viene, desde la gloria del Padre, hasta los hombres y trae a todos el don del Espíritu Santo, que nos transforma, nos santifica, y nos hace estar más unidos unos a otros. Así, el sacerdote invoca de nuevo el don del Espíritu Santo sobre los presentes diciendo:
S./ Y llenos del Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
De este modo el Cuerpo de Cristo se va construyendo poco a poco y los fieles se van fundiendo en Cristo.

Luego, se recitan las intercesiones, en donde dada la riqueza infinita que Cristo glorioso da a los hombres en la Eucaristía, le pedimos que la difunda al mundo entero, a su Iglesia, a los presentes en la Eucaristía, a todos los vivos y a todos los difuntos. Así le pedimos a Dios:
  • Por el mundo: "Que esta víctima de reconciliación, traiga la paz y la salvación al mundo entero".
  • Por la Iglesia: "Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor el Papa, a nuestro Obispo, a todos los demás Obispos, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti".
  • Por los presentes: "Atiende a los deseos de esta familia que has congregado en tu presencia".
  • Por los ausentes: "Reúne en torno, tuyo, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo".
  • Por los difuntos: "A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino",
Luego, con la oración y gesto de la Ofrenda al Padre, entramos a la parte conclusiva de la Oración Eucarística, en dónde se expresa la respuesta del ser humano a todos los dones de Dios Padre. Vemos aquí como la presencia de Cristo en la Eucaristía, es dinámica porque Él repite en ella el acto en el cual se resume toda su Vida terrena: la Ofrenda al Padre.

Jesús ofreciendo al Padre su humanidad, le ha rendido el acto más grande de ofrenda y de adoración que se le pueda ofrecer. Al mismo tiempo, Él está presente entre nosotros como el máximo don del Padre y la única respuesta adecuada del ser humano a un don tan grande, tendría que ser, ofrecer al Padre ese mismo Don; porque, entre todos los bienes que los hombres han recibido del Padre, ¿qué podrían encontrar en su mundo, más digno de Él, que no sea la humanidad santa de Cristo?

Esta Ofrenda de Cristo no está aislada, ya que Él está presente en la tierra para unir a todos los hombres y así un número de personas cada vez mayor se ofrezca con Él al Padre para darle de esta manera el honor y la gloria perfectos. Y este ofrecimiento nuestro, sólo puede suceder por mediación de Cristo.

El sacerdote, para expresar una vez más, la ofrenda de nuestra gratitud al Padre levanta la hostia, mientras el diácono levanta el cáliz y dice:
S./ Por Cristo, con Él y en Él,
a ti, Dios Padre Omnipotente,
en la unidad del Espiritu Santo,
todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
2.2.3 Rito de Comunión.

• Padre Nuestro.

Después de la Ofrenda al Padre, el sacerdote comienza a preparar la Comunión. Esta preparación se inicia orando todos juntos la oración que Jesús nos enseñó: el Padre Nuestro.

• Saludo de la paz y Fracción del pan.

En esta parte de la Eucaristía encontramos el gesto de estrechar la mano o abrazarse, para expresar que somos hermanos, y que la fuente de esta realidad es el don de la paz que Jesús nos da. El sacerdote dice:
S./ Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«la paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
La paz que Jesús nos dejó, nos une a Dios y a todos los hermanos. Esa es la paz que el sacerdote nos desea, diciendo:
S./ La paz del Señor sea siempre con vosotros.
R./ Y con tu espíritu.
Después, el diácono nos invita a darnos la paz diciendo:
D./ Daos fraternalmente la paz.
Es en este momento en que nos estrechamos la mano, como signo de unidad entre todos los hombres y para hacer ver que la paz de Jesús nos une a todos en un único amor. Así mismo, al pensar en el banquete que representa la Eucaristía, para participar de él, debemos estar en paz unos con otros; si alguno en la mesa no está en paz con los demás, se echa a perder la alegría de todos. Es por esto, que el sacerdote nos invita precisamente antes de la Comunión a darnos el saludo de paz.

La fuente de esa paz, que nos une a Dios y a nuestros hermanos, es Cristo, que se da a los hombres en comunión. Por esto, el sacerdote hace el gesto de la fracción del pan, tomando la hostia grande y partiéndola en tres partes, mostrándonos que todos somos alimentados de un único pan en el que se nos da la misma vida, la vida de Dios. El origen de este gesto lo encontramos en la antigua Iglesia donde se consagraba un único pan grande que después se partía según el número de fieles que comulgara; el sacerdote lo partía en tantas partes como fieles había; cada uno se nutría de un único alimento; el alimento es vida; si en cada uno está el mismo alimento, en cada uno está la misma vida.

Hoy en día, junto con la hostia grande, se consagran muchas hostias pequeñas para los fieles de tal modo que si el gesto ahora es diferente, el significado sigue siendo el mismo.

El significado de la fracción del Pan se explicita en las oraciones que lo acompañan, en las cuales se repite muchas veces la palabra "paz". "Paz", en el significado bíblico no solo significa la ausencia de guerra, sino un estado de armonía interior, que se establece entre los hombres y Dios y entre los hombres entre sí. En este sentido "paz" no se diferencia de la salvación. "Fuente de paz" es Cristo, y por lo tanto, lo es también la Eucaristía a través de la cual, los hombres comulgan con Él.

Al mismo tiempo que el sacerdote hace el gesto de la fracción del Pan, nosotros junto con él decimos o cantamos:
R./ Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
y lo repetimos tres veces. La tercera vez decimos: "danos la paz".

Es conveniente observar la complementariedad y unidad de los tres gestos que sintetizan la Alianza de Dios con la humanidad en la Eucaristía como el gran sacramento del don: epíclesis, ofrenda al Padre y el gesto de la paz:

La Epíclesis, o invocación del Espíritu Santo sobre el pan y el vino es el gran gesto del don que el Padre hace a la humanidad al enviar el Espíritu Santo para que la presencia de Jesucristo se haga real en el Pan y en el Vino. La Ofrenda, que es el gesto de la respuesta al Padre por ese gran don que se nos da en la Eucaristía; respuesta que se da por Cristo, con Él y en Él y en unidad con el Espíritu Santo y en la cual la humanidad está representada en las pocas gotas de agua que se han colocado junto con el vino en el gesto de la preparación del cáliz. Y el tercer gesto complementario es el gesto de la paz, con el cual se comparte entre los hermanos el gran don recibido del Padre.

• Comunión. 

Llega el momento principal del banquete en el cual todos nos nutrimos de un único alimento. El Pan está listo sobre la mesa y el sacerdote mostrándonoslo dice:
S./ Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Es tan espléndida esta invitación, que nosotros, como el centurión del Evangelio (Mateo 8,5) cuando Jesús iba a ir a su casa a sanar a su criado, decimos:
P./ Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para senarme.
Después, el sacerdote presenta la hostia santa a cada uno, diciendo: "El Cuerpo de Cristo" y nosotros respondemos "Amén". De esta manera nos nutrimos de Cristo, nuestra "paz".

Generalmente, mientras los fieles se acercan a comulgar se entona el canto de comunión y cuando terminan de comulgar sigue un tiempo de silencio en el cual todos oran en su interior y expresan con sus palabras el amor a Jesús.

Después, el sacerdote dice: "Oremos" y recoge en una oración, las expresiones de amor y los deseos de todos, presentándolos al Padre, en el nombre de Cristo:
S./ Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
• Despedida.

Antes de salir de la Iglesia, el sacerdote bendice a toda la comunidad con las siguientes palabras:
S./ La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R./ Amén.
y luego, concluye el diácono o el sacerdote diciendo:
D./ Podéis ir en paz.
R./ Demos gracias a Dios.

3. ¿Cómo anunciar a los menores los signos sobresalientes en la Liturgia del Sacramento de la Eucaristía?

Durante mas de cincuenta años de trabajo investigativo de la Catequesis del Buen Pastor, se ha encontrado que la Eucaristía debe tener un lugar especial en la catequesis, teniendo presente, como dice Cavalletti: "no existe una Biblia que se lee y una Liturgia que se vive, existe la Biblia que se vive con toda nuestra vida y de manera particular en la liturgia" [39]. El aspecto de la Eucaristía que hemos visto responde a las capacidades de amar de los pequeños, es el de la Eucaristía como "sacramento del don". Este aspecto se concretiza en la presencia de Jesús resucitado enviado por el Padre, y recibido por el ser humano quien trata de responder al Padre en agradecimiento por este don. 

"La Eucaristía es este maravilloso intercambio de dones entre cielo y tierra, o mejor dicho, es la culminación de todos los dones que el Padre hace a los seres humanos y la culminación de todas las maneras a través de las cuales el hombre trata de responder como puede al don recibido". [40]

Esta realidad del sacramento del don, como se expresaba anteriormente, es especialmente visible en los tres momentos fundamentales de la Eucaristía: uno, la Epíclesis y la Consagración, la Ofrenda al Padre y el gesto de la paz.

El primer momento se refiere al gesto de la imposición de las manos (epíclesís) sobre el pan y el vino, subrayando con la teología, la acción transformadora del Espíritu Santo en la consagración eucarística, expresada en la oración que acompaña el gesto:
S./ Por eso Señor, te suplicamos, que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que te hemos presentado para que los conviertas en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor Nuestro.
El segundo, es complementario del primero. Es el momento en el que el sacerdote y el diácono levantan al mismo tiempo el Pan y el Vino en señal de ofrenda y el sacerdote acompaña el gesto con la oración al Padre diciendo:
S./ Por Cristo, con Él y en Él,
a ti, Dios Padre Omnipotente,
en la unidad del Espiritu Santo,
todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
El eco de este gran Amén de toda la asamblea es nuestro Amén personal, que cada uno le dice a Dios nuestro Padre en el momento de acercarnos a recibir la comunión.

y el tercero es el gesto de la paz con el cual compartimos el gran don de la paz que viene de la persona de Jesucristo presente en el pan y en el vino sobre el altar.

Es a través de los gestos como podemos ayudar al menor a penetrar en el significado de estos momentos, dejando, en cuanto sea posible, que sean estos los que hablen.

(...) 
Sigue en "Descubramos las riquezas de la liturgia", para el Atrio del Buen Pastor.


3.1 Recomendaciones generales para los adultos . 80

3.2 Signos-objeto usados en la celebración de la Eucaristía 83

3.2.1 Reflexiones para los adultos 83

Objetos del Altar ... 83

Colores litúrqicos . 85

• Vestiduras del sacerdote 85

3.3 Presencia Eucarística del 

3.3.1 Reflexión para los adultos .

3.3.2 Sugerencias para meditar junto con el menor· 96

3.3.4 Signos-Gesto de la Eucaristía 99

3.4.1 La Señal de la Cruz _ 100

3.4.2 Preparaciones .. 103

• Preparación del cáliz

• Preparación de las vinajeras 104

• Mezcla del agua y el vino 105

3.4.3 Epíclesis o Invocación del Espíritu Santo sobre el pan y el vino 107

3.4.4 Ofrenda al Padre......... 109

3.4.5 Gesto de lapaz...... 112

3.5 La Última Cena......... 114

Notas:

[2] Concilio Vaticano II, Constitución "Sacrosantum Concilium", No 6.

[3] lbid. No 2.
[4] Cavalletti, Sofía, Apuntes de Liturgia, Bogotá, 2002, capítulo primero.[5] Citado en: Vagaggini Cipriano, OSB, El sentido teológico de la Liturgia, Madrid: BAC, 1965, pp. 426-427.
[6] Cavaletti, Sofía. Il potenziale religioso del bambino. Descrizione di un'esperiença con bambini da 3 a 6 anni.

[7] Vagaggini, op. cit. pág. 32.


[30] Durrwell, François-Xavier, L'Eucaristia presenza di Cristo, Magnano (Bi): Comunitá di Bose, Edizioni Qiqajon, 1998, pág. 15.
[39] Cavalletti, Sofía. El potencial religioso del niño. Pág. 73.
[40] Cavalletti, Sofía. El potencial religioso del niño. Pág. 77.


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